«La vida cotidiana de los primeros cristianos» por Adalbert G. Hamman
Lejos de recluirse en un ghetto, la Iglesia se manifiesta a pleno día, se coloca cara a la ciudad y a los filósofos, se siente como estremecida por su juventud y su vitalidad. No teme enfrentarse con nada, más bien al contrario, ya que, victoria o derrota, ella sale siempre ganando.
Es como un extraordinario rompecabezas cuyas piezas —dispersas, incompletas, mutiladas— hay que encajar, si queremos ver cómo vuelve a la vida la Iglesia de los comienzos.